Tercera Competencia: Escucha con apertura y desde el compromiso del coachee
¿Cuál es la mirada que puede hacer en la actualidad de esta competencia?
Había una creencia generalizada de que en el habla responsable residía la efectividad de la comunicación centrando la atención en los modos de hablar. La escucha era considerada una acción pasiva que sólo se limitaba a recepcionar lo dicho por otro.
Estamos todavía lejos de plasmar lo que la competencia sugiere en el libro. Siempre va a ser juzgada y subjetiva desde quién la mira. Lo que la competencia sugiere, es que el coach no juzgue, lo que puede ser considerado una imposibilidad. Es una competencia que todavía requiere de mucho entrenamiento, de por vida.
¿Cuáles son las características de esta competencia?
Esta es una competencia entre todas, bastante particular en el sentido que las distintas formaciones de coaching que se han dado a lo largo de todos los años, no tienen la perspectiva que nosotros estamos declarando en el libro. Mi mirada tuvo mucha influencia en la publicación del texto del libro cuando llegó la información de los grupos de estudio. En esta competencia había una dispersión muy grande de interpretaciones de lo que era la escucha, además de diferentes nombres (activa, generosa, amplia comprometida).
¿En qué radica esta dispersión?
Hay dos grandes líneas dentro de las formaciones de coaching ontológico. Por una parte, la escucha que tiene un componente interpretativo. El coach, al coachear también juzga, hace sus juicios y pregunta desde su escucha previa. Por otra parte, la propuesta que fue planteada en el congreso, acercada desde mi propia escuela, aceptando con flexibilidad y humildad que pueden haber diferentes miradas fue recepcionada por los referentes de entonces.
La propuesta presentada por mí, es que en la escucha desde el compromiso del coachee, la apertura implica una disposición donde puede haber una interpretación por parte del coach que ayude, asista, y abra posibilidades.
No es esa la escucha que se planteó en el libro y después en todos estos años sigue habiendo esta dispersión porque hay algunas escuelas que tiene una base en la formación de Newfield de Chile donde la mirada interpretativa es muy fuerte. Ante eso nosotros hicimos un planteo muy diferente. Con lo cual 6 años después en el libro, está lo que no puedo fundamentar y es que se siga utilizando la competencia tal como fue declarada en el 2015, con lo cual vienen muy bien estos programas de formación continua, porque me dan la posibilidad de volver a conversar los fundamentos de cuáles son las razones se decidió por la escucha desde el compromiso del coachee sin la intervención del coach desde su propuesta.
Si a esto lo comparáramos con la propuesta de la competencia de ICF, la dispersión es más grande, porque en ellos hay específicamente una mirada que busca orientar con propuestas que le amplíe al coachee un horizonte de posibilidades.
Cuándo hablamos del compromiso del coachee, ¿a qué nos referimos?
Coachear desde el compromiso del coachee, implica escuchar su compromiso. El lenguaje tiene dos compromisos básicos: el lenguaje descriptivo con afirmaciones y juicios, donde el coachee en su relato no puede hacer más que describir explicar o justificar lo que pasa. Ahí empieza la descripción entre lo que le pasa y la brecha que se requiere inexorablemente para que haya coaching entre dónde está y dónde quiere estar. Entonces el trabajo del coach es indagar desde las preguntas para que él o ella escuchen a qué está comprometido. Muchas veces solamente está comprometido simplemente a explicar las razones por las cuales no está en el lugar que él dice que quiere estar.
Es muy diferente hacerlo desde el compromiso del coachee sin juzgar y que él se escuche, a que el coach le abra un camino de alternativa para que empiece a transitarlo. Esa es la enorme diferencia.
Hay un coach que interpreta, que propone, que lo hace preguntando pero que está en esa relación que es asimétrica entre coach y coachee quien escucha una propuesta y empieza a caminar por ahí. ¿Te parece que transitemos por este camino? Lo dije en términos de pregunta pero básicamente estoy frente a una pregunta con respuesta incluida.
En largas conversaciones con Rafael (Echeverría) hablábamos que cualquier espacio interpretativo está dejando de lado que las relaciones entre coach y cochee son fuertemente asimétricas. Los juicios del coach no son “triviales” al decir de Rafael. Lo que el coach está diciendo, muchas veces es interpretado por el coachee como: “el coach me dijo que”, y cuando encontramos expresiones de este tipo, “flaco favor” le hacemos a la profesión.
Esto se sigue dando y como dice Fernando Flores hay una diferencia entre la metodología y el estilo. Uno puede tener una metodología y hasta una manera diferente de observar al coaching.
Cuando se habla de interpretaciones, de juicios que pueden argumentarse, fundarse en hechos de lo que se está interpretando. ¿Existe una zona gris en este aspecto?
Esa siempre ha sido la conversación que en particular he tenido con colegas. Se dice: “Es imposible no juzgar” y yo lo puse en el libro. Desde el punto de vista biológico no puedo evitar juzgar, lo que sí puedo hacer es orientar la escucha y lo puedo hacer espacialmente haciendo caso omiso a lo que estoy juzgando. Si estoy escuchando como coach, mis propios juicios, es diferente que si estuviera escuchando al coachee en su compromiso, lo que está planteando, lo que quiere que pase. Muchas veces y ahí está la gran contradicción y la oportunidad para que pueda rediseñarse como observador. Lo que dice es diferente de lo que piensa, de lo que siente.
Soy de los que coachean la escucha del coachee, no el habla del coachee. ¿Qué es eso? Como dice Heidegger: el habla que habla, le habla, al habla que habla. ¿Qué significa? El habla del coachee es producido por su voz, lo que el mismo escucha de sí mismo. Lo que el coachee expresa, no es otra cosa más que su propia escucha de sí mismo. En definitiva, es diferente escuchar lo que está escuchando que escuchar lo que el coachee dice, y ese es el espacio de la exploración.
¿Cómo impactan los juicios en la escucha?
En ese escuchar de lo que no se dice, lo que no está dicho, me alejo mucho si escucho (como coach) mis propios juicios y estoy interpretando. En cambio, sí como coach le pregunto a eso “no dicho”, me entreno para evitar juzgar. Porque cuando estoy preguntando no puedo estar juzgando.
Mis estudiantes me preguntan ¿de dónde sale la pregunta del coach? Si tus preguntas salen de tu interpretación de lo que el coachee dijo o quiso decir, es diferente a que si la pregunta surge de la escucha comprometida.
¿Cómo puede chequear el coach realmente la existencia del compromiso en la escucha con el coachee?
En nuestra escuela partimos de algunas técnicas. Por ejemplo las prácticas de coaching se hacen con una silla vacía detrás del coachee para que el aprendiente, el coach que está practicando en proceso de formación, se acostumbre a hablarle al habla que le está hablando, al coachee y también para dirigir espacialmente tu escucha.
En este contexto ¿qué papel juegan la emocionalidad y la corporalidad?
Observando durante muchos años conversaciones tanto de mi escuela como de otros espacios, la lectura de cuerpos con exceso de resolución de los coachees es coherente y consistente con coaches que interpretan e impulsan a la acción. Cuando ese coach por el contrario está en un espacio de centrado y tiene una gestión emocional que es neutra aparece la escucha previa y la escucha comprometida en un espacio relacional que tiene que ver con escuchar las emociones del coachee.
En este sentido, ¿cuál es el papel que juega la presencia del coach en la relación?
A mí me gusta plantearle al coachee que yo no voy a ser más que una voz de él mismo. En ese sentido me imagino un coach de tipo “transparente”. Su presencia ya comunica, su estado ya está influyendo. ¿Cuánto más importante es el coach? Cuanta menos injerencia tenga en la relación.
En largas conversaciones con Rafael (Echeverría) hablábamos que cualquier espacio interpretativo está dejando de lado que las relaciones entre coach y cochee son fuertemente asimétricas. Los juicios del coach no son “triviales” al decir de Rafael. Lo que el coach está diciendo, muchas veces es interpretado por el coachee como: “el coach me dijo que”, y cuando encontramos expresiones de este tipo, “flaco favor” le hacemos a la profesión.
En la preparación de una conversación, hay situaciones donde le decimos al coachee: “vamos a hacer un centrado” y le rompemos su emocionalidad de inicio. Si rompemos esa emocionalidad, nos perdemos de algo. ¿Qué hacemos?
Proponiendo desde mi propio estilo sugiero a mis aprendientes que la intervención sea lo menos posible. En la segunda competencia nuestra, no habla de ningún tipo de intervención, al contrario, habla de generación contexto de confianza y aceptación y no promueve intervenciones.
Por alguna razón desconocida que la llamo del impulso del ego, hace que el coach tuviera la necesidad de intervenir. Entre ellas, proponer un centrado en el coachee con lo cual se pierde toda la emocionalidad con la que vino. Si viene enojado, a los gritos y a las patadas, eso es información que me ayuda a poder indagar en cuál es el compromiso que tiene.
¿Cuál es la invitación para estar presente el próximo 16 de agosto en la 3ra competencia?
Me gustaría conversar con vos, colega, para que podamos reflexionar juntos acerca de la fundamentación de un estilo u otro de escucha. Por supuesto, voy a plantear los fundamentos de la escucha que está plasmada en el texto del libro y te invito a que vengas desde una apertura que puedas encontrar y ampliar tu capacidad de coachear para servir al coachee. Nuestra profesión es de servicio.
Escuchando entre la mirada metafísica, existencialista y constructivista
Estamos en un sistema que tiene como validación de la comunicación, la interpretación. Vivimos sistémicamente dentro de un paradigma donde lo que se está validando es la escucha. En la medida que el coach no tenga incorporado vivir la diferencia entre el modelo cartesiano o el pensamiento griego de Parménides, con el programa del devenir de Heráclito y no haya advertido el giro filosófico que se presenta hacia una mirada existencialista y constructivista, seguirá atado a un paradigma determinista y ese determinismo lo lleva a confundir sus juicios con lo que “es”. De ahí la importancia que el coach se entrene en no preguntar desde sus propios juicios porque le riesgo que se corre, es que se confunda con lo que el coach escucha, con lo que “es”. Atendiendo además, que hay una brecha entre lo que él escucha para juzgar, y lo que el coachee dijo. Cada vez que estoy en un espacio interpretativo estoy abriendo una brecha entre lo que el coachee dijo y lo que el coach interpreta.